El poder de estallido que se registró ayer en la Torre B2 de Pemex rompió muros de concreto, pisos, deshizo computadoras, escritorios, los ventanales del sótano, planta baja, mezzanine y primer piso del inmueble. No huele a humo ni a quemado. En un recorrido realizado por el inmueble, se pudo apreciar que todavía hay cientos de astillas de vidrios rotos, computadoras deshechas y muebles de oficina partidos por la mitad que no muestran manchas de humo o algún signo de fuego. "Pónganse el casco señores, todavía hay plafones sueltos y puede haber riesgo", dice uno de los bomberos encargados de a la entrada del inmueble donde están cinco torniquetes electrónicos. Una mirada hacia el interior del sótano y se pueden ver las entrañas de concreto y metales retorcidos, daños por doquier, y una enorme losa de concreto al final del corredor de unos 80 metros donde todavía trabajan los equipos de rescate. En el ambiente se respira polvo y es difícil caminar entre los escombros y vidrios rotos. Elementos del Ejercito y Marina hacen una fila en las zonas de mayor riesgo a donde nadie se puede acercar. De acuerdo con el procurador Jesús Murrillo Karam la explosión destruyó mil 300 metros cuadrados de oficinas. Para organizar ese caos, dijo, que los equipos de búsqueda y peritos dividieron la zona en 39 cuadrantes, de los cuales sólo 2 no han podido siquiera apuntalar la estructura, por lo que son los que tienen más peligro de colapsarse. |
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